miércoles, 25 de noviembre de 2015

ARCO DE COSTANTINO.




Nos encontramos ante una obra arquitectónica conmemorativa romana, en concreto es el arco de Constantino, este arco fue uno de los famosos arcos triunfales. Su autor es desconocido y fue mandado a construir por el senado romano. Está situado en la Vía triunfal de Roma y está cerca del Coliseo y del arco de Tito. Es el monumento  más significativo del arte tardo-romano.Fue construido para conmemorar la  victoria  del emperador sobre Majencio en el año 313. En el ático se lee la siguiente inscripción: "Al Emperador y César Constantino, el grande, el pío, el afortunado, que por inspiración de Dios, grandeza de espíritu y valor de su ejército, liberó al estado del Tirano y de sus partidarios, el Senado y el Pueblo de Roma dedicaron este arco de triunfo."

 Arco de Constantino: cara norte

Este arco refleja el sentido de la utilización de la arquitectura como testimonio de la grandeza y del poder. El arco reviste tal importancia que se convierte él mismo en monumento. Los arquitectos romanos parten de los monumentos helenísticos, pero mientras que éstos eran concebidos para ser vistos únicamente desde fuera, el arquitecto romano repite dos elementos y los une con un arco, creando un espacio interior por el que se puede realmente pasar.

Está construído en mármol y utiliza materiales y piezas de obras anteriores. El arco de Constantino es un monumento de cierta elegancia compositiva, aunque se limita a repetir el tipo ya creado del arco triunfal con tres puertas: una mayor en el centro y dos laterales, con relieves sobre los arcos.
Consta de tres partes: podium, arcos enmarcados en pilares y arquitrabe coronado con un ático donde está la dedicatoria.

Algunos relieves de este arco están sacados de otros arcos de triunfo. No se sabe con exactitud por qué se utilizaron elementos de otros arcos anteriores. Por esto el arco de Constantino es interesante para estudiar la evolución del arte romano: las columnas, de época flavia, están coronadas por esculturas de los tiempos de Trajano, los medallones son adrianos y los bajo relieves del ático aurelianos. Las bandas de los arcos laterales y los zócalos son de la época de Constantino.

Éstos últimos muestran ya un gusto casi idéntico al de la alta Edad Media. Las figuras están recortadas con dureza sobre el fondo, para aislar unas de las otras. Particularmente expresivas de la nueva sensibilidad son las Victorias de los zócalos de las columnas, que sostienen trofeos militares, mientras que a sus pies hay las figuras tradicionales de los bárbaros prisioneros.

Nos encontramos, pues, ante un arte más ávido de hacer comprender que de convertirse en sensible. Es un arte muy intelectualizado que, en vez de atender a la diversidad de formas que nos ofrece la naturaleza, prefiere la uniformidad de las convenciones (personajes representados de frente, tamaños en relación a su importancia jerárquica), un arte que prefiere el grafismo del relieve, de la pintura o del mosaico a la expresión volumétrica de la estatua, un arte para el que el cuerpo humano ya no es la mayor maravilla, ya que es capaz de destruir sus proporciones para expresar ideas que le parecen más importantes, como la de dolor, autoridad... 

A continuación vamos a ver imágenes detalladas del arco: 

Arco de Constantino: cara norte




Arco de Constantino: cara norte. Clipeos de Adriano


Arco de Constantino: cara norte 


Arco de Constantino: cara este



PONTIFEX MAXIMUS.




Nos encontramos ante una obra escultórica perteneciente al arte romano, en concreto es una representación de Augusto como Pontifex Maximus, es decir, como máximo representante de la religión romana, cargo que obtuvo en el 12 a.C., cuando rondaba la cincuentena. La escultura actual es una copia en mármol de tiempos de Tiberio. Fue encontrada en 1910 en la ladera de la Colina Oppio, en la Via Labicana, en la misma Roma. 
Es una escultura exenta o de bulto redondo, que representa una estatua. Su posición es en pie. el material utilizado para la construcción de la escultura es el mármol blanco. Se puede apreciar que en la figura se usa la técnica del paño mojado, técnica que fue muy característica tanto en el arte egipcio como en el arte griego.
 

El emperador aparece vestido con la toga, una vestimenta que se adaptaba perfectamente a una silueta menuda como la suya, calzado con  los zapatos propios de los patricios y con la cabeza cubierta con un velo de toga. El brazo derecho, extendido, debía portar en su mano una pátera, plato ritual para el derramamiento de vino durante un sacrificio. Los pliegues de la toga están muy cuidados. La cabeza y los brazos fueron esculpidos de manera independiente. A pesar de su avanzada edad, los rasgos siguen siendo juveniles, respondiendo a un prototipo de belleza ideal,  que se desentiende del aspecto físico para representar el rango, la vida anterior y el debate que tiene lugar en su conciencia. Así quiso Augusto que le recordara el pueblo romano: hermoso como un atleta y piadoso con la religión, pero abrumado por la servidumbre del Imperio. 


 


El rostro representa el clasicismo propio del arte augusteo. Los rasgos son ligeramente más humanizados que en Prima Porta, pero a la vez de una belleza sublime y armónica evocando una gran espiritualidad.





La  religiosidad de Augusto, como casi todo en él, era de un carácter moderado. Se puede decir que usó la religión como un instrumento para gobernar. Era un hombre piadoso pero no tuvo ningún escrúpulo en realizar un acto sumamente impío como fue robar el testamento de Marco Antonio de las dependencias de las sagradas Vírgenes Vestales, hecho que resultó decisivo para propiciar la batalla final contra su máximo rival cuya victoria lo convirtió en dueño absoluto del mundo romano. Sin embargo, aquí se nos muestra como el sacerdote devoto, en un tipo de representación muy repetida, pues la propaganda del Principado era muy consciente, como apuntó P. Zanker, del poder de las imágenes.  

Una de las copias más logradas de esta escultura podemos admirarla en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. Desgraciadamente sólo ha llegado hasta nosotros la cabeza; sin embargo, es suficiente para expresar una grandeza similar a la de la incomparable obra romana.